Hemos llegado a la culminación de todo el camino recorrido, Jesús ha resucitado, vive para siempre entre nosotros, ahora hemos de ser sus testigos, los transmisores y evangelizadores de su mensaje, que se entregó por todos para redimirnos y entregarnos su AMOR.
El amor es comprensivo y servicial; el amor nada sabe de envidias, de jactancias, ni de orgullos. No es grosero, no es egoísta, no pierde los estribos, no es rencoroso. Lejos de alegrarse de la injusticia, encuentra su gozo en la verdad. Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. El amor nunca muere. (1 Cor 13, 4–8)
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