Ya hemos llegado al inicio de la Semana Santa con el Domingo de Ramos, día en el que recordamos cuando Jesús entró en Jerusalen a celebrar la fiesta judía de la Pascua, como hacía cada año, con la peculiaridad, y la importancia que conlleva para los cristianos, que fue su última celebración, ya que allí lo apresaron, lo juzgaron, lo condenaron y lo mataron, y por ello se despidió en la cena de Pascua entregándonos su cuerpo y su sangre en forma de pan y de vino.
El amor es comprensivo y servicial; el amor nada sabe de envidias, de jactancias, ni de orgullos. No es grosero, no es egoísta, no pierde los estribos, no es rencoroso. Lejos de alegrarse de la injusticia, encuentra su gozo en la verdad. Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. El amor nunca muere. (1 Cor 13, 4–8)
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